Newsletter #9 – Quinoa, mucho más que un superalimento

Un superalimento. Un boom a nivel mundial. Un grano integral con condiciones vitales por su contenido proteico. Un cultivo con capacidad de adaptabilidad a condiciones climáticas extremas.

Estas son, apenas, algunas de las características de la quinoa. Pero el listado sigue. Es por eso que para conocer más sobre este superalimento, el diálogo con Daniel Bertero se vuelve esencial: con más de 30 años trabajando en el campo, el investigador del Conicet es voz autorizada para dar detalles sobre esta semilla que puede transformarse en un cultivo central ante el actual escenario de cambio climático.

1987

Ese fue el año en que Bertero conoció, por primera vez, la planta de quinoa. Eran tiempos en los que este cultivo era casi desconocido por todo el mundo, pese a ser una semilla que está domesticada en la región andina desde hace, por lo menos, cinco mil años.

“Mi carrera -Bertero se especializa en la ecofisiología de cultivo- creció a la par del desarrollo de la quinoa”, cuenta el investigador. Las primeras exportaciones de este superalimento nacen en los 80′ en Bolivia, cuando desde Estados Unidos fueron solicitados 50 kilos en una compra más ligada al new age que a las cuestiones nutricionales.  “Fue al mismo tiempo en que empezamos a hacer investigación. No éramos más de diez científicos en el mundo que nos propusimos incluir las nociones de quinoa en las revistas de primera categoría”, completa.

Al poco tiempo, la situación cambió. Bolivia y, sobre todo, Perú, multiplicaron su siembra para exportar quinoa al mundo, ya no por cuestiones espirituales sino por su valor nutricional. En simultáneo el conocimiento sobre el cultivo de quinoa fue cada vez mayor, gracias al aporte e intercambio de la comunidad de unos pocos/as científicos/as pero extendidos a lo largo y ancho del planeta.

El boom de la quinoa debió esperar un poco más en Argentina. Bertero lo recuerda bien: “Recién en 2001 cambia la ecuación en nuestro país”, dice y agrega que “en ese año en los centros urbanos empezaron a saber que la quinoa era un alimento, pese a que las plantaciones en el país están hace por lo menos 2.000 años”.

Con fast foward al presente, los números de actuales impactan. La producción mundial de quinoa llegó a superar las 161 toneladas anuales y su cultivo se extiende en países de características y suelos tan disímiles como Australia, Canadá, China, Arabia Saudita, Vietnam, India o Estados Unidos, más allá de la región andina, de donde es originaria la planta. En nuestro país, la siembra aún se da en pequeñas proporciones, aunque bastante extendida en el territorio: alrededor de 500 productores se expanden en Jujuy, Salta, La Rioja, Santiago del Estero, Tucumán, Mendoza, Neuquén, Córdoba, el norte de Santa Fe, Buenos Aires y hasta La Pampa.

Un superalimento

“La verdad es que no sé”.

La única pregunta a la que el especialista contestó así y no encontró respuesta fue a la etimología de la palabra quinoa. “Proviene del quechua, eso sí”, aclara. En el resto de las inquietudes, Bertero siempre expuso una reflexión completa, aún con el desafío de bajar al “llano” el lenguaje técnico. 

Con esa premisa, anticipa como principal definición que la quinoa “no es un cereal”. “Y si bien se la denomina un grano integral, técnicamente se trata de una semilla”, completa.

Para adentrarnos aún más en su mundo, Bertero marca dos características de este superalimento. Se trata de las ventajas de esta semilla, tanto a nivel nutricional como agrónomo.

Con la pequeña ayuda de los parientes silvestres

“Yo he dicho que la quinoa se lleva muy bien con las bajas temperaturas”, expone el especialista en ecofisiología del cultivo. Y antes de que llegue una pregunta, da pie a la contraparte. “La planta, en cambio, se lleva muy mal con las altas temperaturas“.Justamente ese fue el punto de partida para el desarrollo de su investigación, que cuenta con el respaldo de Ubatec: ¿cómo poder mejorar la tolerancia de esta planta en climas más calurosos?
En la charla, Bertero da cuenta de dos caminos para responder a su hipótesis. Uno responde a la variabilidad genética de la semilla, un trabajo meramente de laboratorio. El segundo, en tanto, radica en mejorar a partir del manejo del cultivo. Su equipo eligió la segunda opción.
Para ello recurrieron a los parientes silvestres de la quinoa. Estas son plantas similares, no domesticadas, que en distintos lugares del mundo -desde EE.UU. a la provincia de La Rioja- cuentan con una tolerancia mayor al clima cálido. “Partimos desde la noción de que estas especies silvestres, que crecen en un ambiente más caluroso, poseen algún mecanismo que les permiten tener una mejor tolerancia a ese clima”, sintetiza Bertero. Y añade: “Un cruzamiento entre ambas especies podría generar que los parientes silvestres le transfieran esa información genética a la planta de quinoa que le permita soportar mejor las altas temperaturas“.

La investigación de la que Bertero forma parte es un proyecto coordinado por investigadores/as de universidades de Arabia Saudita, Estados Unidos y nuestro país. “Acá somos dos centros. Uno de ellos está en Salta, que responde a un estudio más ecológico, con poblaciones silvestres en un ambiente nativo”, explica Bertero y detalla que, en Buenos Aires, los experimentos son “más controlados”, a partir del uso de invernaderos. “Hacemos crecer las plantas -silvestres y de quinoa domesticada- con variaciones de temperaturas y vemos cuáles son esos cambios“, cuenta el también profesor universitario.

“Este proyecto, denominado KAUST, está orientado a mirar con lupa el desarrollo productivo, es decir, más ligado a la floración”, resume Bertero. “Nuestro equipo, en cambio, quiere tener una mirada aún más amplia, buscamos generar conocimientos en cuestiones como la fotosíntesis, el tamaño de hojas o bien, la explotación de las raíces”. Sobre este último ítem, la técnica Mirta Tinaro, explica algunos detalles más de este foco de estudio.

Con varios resultados publicados y aún con trabajo por finalizar, el punto de llegada al que aspira la investigación de Bertero es uno solo: que los conocimientos generados permitan fomentar la producción mundial y local de quinoa.

Granito de arena

Al final de la charla, Bertero pide destacar otros dos aspectos: el respaldo de Ubatec a la investigación y el trabajo solidario de científicos alrededor del mundo.

Sobre el primero resalta las ventajas de la empresa de base tecnológica de la Universidad de Buenos Aires para administrar fondos del exterior (en este caso, la investigación sobre quinoa silvestre es financiada por un consorcio saudí) a la vez que el hecho de no tener que ocuparse de la burocracia le permite a él y a su equipo detenerse más tiempo en su expertise: la ciencia. “Ubatec…funciona“, dice para sintetizar la idea.

En cuanto al segundo tema, el investigador del Conicet da una advertencia: “Un viento fuerte nos borra del mapa”, comenta para anunciar que, a diferencia de otros campos de estudio -como el maíz o el trigo-, la producción de quinoa no está garantizada en el futuro. Es que si bien esta cosecha se ubica en una curva de crecimiento en cuanto al volumen de las toneladas consumidas, el cultivo de este superalimento es aún pequeño a nivel global. “Por eso los científicos estamos interconectados en todo el mundo. Somos como un pequeño club que pelea para que la producción de quinoa no se detenga”.

Con su investigación, Bertero está aportando su granito de arena.

¿Sabías que…

la Fundación Konex premió a dos investigadores que trabajan codo a codo con Ubatec? Se trata de Sebastián Uchitel y Silvia Goyanes, quienes recibieron galardones en la categoría de Ciencia y Tecnología.

Uchitel, quien obtuvo un diploma al mérito, fue reconocido, entre otras cuestiones, por sus avances en su teoría del juego y aplicación robótica, al liderar un proyecto que busca que drones y robots puedan resolver situaciones complejas.

En tanto, Goyanes recibió el Konex de Platino como reconocimiento a su trayectoria científica. La investigadora, que dirige el Laboratorio de Polímeros y Materiales de la Facultad de Exactas de la UBA, formó parte del Centro de Biodegradabilidad y Compostabilidad de Plásticos, una iniciativa comandada por Ubatec junto con la Universidad Nacional de San Martín y el INTI. También con el respaldo de la empresa de base tecnológica de la UBA, la científica también conduce un proyecto que genera nanocompuestos creados a partir de recursos renovables para su aplicación en la industria de envases.

¡Felicitaciones!

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