Newsletter #7 – Ciencia básica para tratar la leucemia


Primero un eslabón. Después otro se le une, entrelazado. Al tiempo se agrega uno más. Y otro. Y otro. Así sucesivamente.

Esa es la mejor manera de diseñar una cadena y es, también, según cuenta la doctora Luciana Rocha Viegas, el esquema ideal para que la ciencia tenga un desarrollo imparable. Ella misma lo ejemplifica con su proyecto: de forma aislada podría tratarse de un estudio sobre algunas hormonas en el laboratorio, pero que unido a la cadena y puesto al servicio del conocimiento, se convirtió en un firme punto de partida para pensar posibles blancos terapeúticos en el tratamiento de la leucemia mieloide aguda, la más común de ese tipo de enfermedades entre las y los adultos mayores y que suele aparecer en personas sin condiciones preexistentes.

Rocha Viegas ubica el germen de este proyecto -que, con el apoyo de Ubatec, expandió los conocimientos y horizontes de la ciencia básica- hace casi dos décadas, cuando realizó su doctorado del área de Biología Química en el laboratorio de Adali Pecci. Allí detectaron que los glucocorticoides podrían tener un efecto diferenciador en las células. 

La otra semilla que germinó para realizar esta investigación se halla del otro lado del Atlántico. Es que en Barcelona, la especialista llevó a cabo su posdoctorado con experimentos en líneas celulares de la leucemia mieloide aguda. “Allá habían hecho un crecimiento de estas células en cultivo y se sabía, desde hace años, que responden muy bien al ácido retinoico, un retinol que deriva de la Vitamina A”, explica Rocha Veigas.
Con estos descubrimientos, tanto el glucocorticoide como el ácido retinoico (AR) fueron las dos hormonas claves que incluyó la especialista en biología molecular para desarrollar su investigación sobre las células de la leucemia mieloide aguda. Pero, para que se entienda aún mejor su objetivo, Rocha Viegas cree prudente profundizar en dos conceptos:

La principal hipótesis que plantea su equipo es que el tratamiento contiguo de glucocorticoides y ácido retinoico combate mejor la proliferación de células tumorales en la sangre que lo que puede lograr un tratamiento individual de los ligandos estudiados.

Nadie trabaja solo

En el laboratorio de Ifibyne, Rocha Viegas no está sola. Mientras ella dirige la actividad científica, un puñado de jóvenes prepara sus manos para realizar los experimentos de la investigación: el proyecto cuenta con varios becarios que trabajan codo a codo con la bióloga molecular. “Son las manos reales que están en la mesada, día a día, haciendo los experimentos. Nosotros estamos más en la parte dirigencial y docente, detrás del escritorio, para que después lo que uno está haciendo se pueda transmitir”, relata.

Y fue el mismo trabajo en conjunto –“e interdisciplinario”, aclara la investigadora– permitió abrir nuevas puertas de la investigación. Es que la pasantía de una de las becarias, quien viajó a Estados Unidos para trabajar en un laboratorio, potenció el proyecto, al conseguir realizar los ensayos a una escala genómica. “No solo nos permitió ver qué genes se encendían o apagaban cuando ponemos una hormona por separado y así observar la diferencia del tratamiento en conjunto con glucocorticoides y ácido retinoico, sino que también conseguimos poner el foco en las zonas del ADN que se abren para que venga la maquinaria de receptores para activar o reprimir genes”, sintetiza.

Eso destapó una olla con un abanico de posibilidades y preguntas para seguir investigando”, dice, entusiasmada.

Otro eslabón en la cadena

La investigadora destaca otro ítem vital para el desarrollo de esta línea de investigación: el respaldo de Ubatec. La empresa de base tecnológica de la Universidad de Buenos Aires es la encargada de administrar los fondos de distintos subsidios científicos que recibió el proyecto. “Nos saca un poco de la burocracia y nos permite estar más en el laboratorio: nos facilita las compras con proveedores y las rendiciones de cuenta”, dice sobre la gestión de Ubatec, a la vez que destaca la nueva oficina de atención que abrió la organización en el edificio de Ifibyne.

La charla finaliza del mismo modo en que se inició: la importancia de añadir eslabones a la cadena del conocimiento. “Nosotros hacemos ciencia básica”, dice Rocha Viegas para dar paso a explicar que su investigación es apenas un paso firme en la escala que podría dar con nuevos blancos terapéuticos para el tratamiento de la leucemia. “Es un aporte que se puede potenciar con ensayos clínicos y medicina traslacional”, expone.

“Nuestra apuesta es por el conocimiento”, concluye la investigadora. Con su aporte ya se formó un eslabón de la cadena. Ahora se debe sumar otro. Y otro. Y otro. Así sucesivamente para que la ciencia sea imparable.

¿Sabías que…se puso en marcha la primera planta de tratamiento de aguas residuales con microalgas? Se trata de una iniciativa de Aysa con la Facultad de Agronomía, tras el desarrollo del Laboratorio de Microalgas que contó con el impulso de Ubatec. Ubicado en la Planta Depuradora Sudoeste, el objetivo de este proyecto es convertir el líquido cloacal en biofertilizantes. “Una de las claves de esta iniciativa es la tecnología bajo costo que se utiliza, lo que permite proyectar el desarrollo en pequeños pueblos o municipios donde hay una necesidad real en el tratamiento de aguas residuales”, cuenta Agustín Rearte, investigador del Conicet. El especialista también destaca otra de las características centrales de este proyecto: el enfoque en la economía circular, al ser un proceso que usa residuos para producir bioproductos: “Lo que hacemos con el tratamiento es recuperar los nutrientes que están en el agua, como el nitrógeno y el fósforo, e integrarlos nuevamente en la cadena productiva. Para conocer más sobre este innovador proyecto, hacé click acá.

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